Sunday, April 27, 2014

El Príncipe, recauchado

¿Usted quiere hacer la gran carrera política ?

Pero aún no tiene muchos seguidores y mucho menos los medios financieros, ¿verdad?

El así llamado Jefe de Jefes, Boies Penrose, senador republicano de Estados Unidos en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, dio a la comunidad empresarial los siguientes consejos: 

Yo creo en la división del trabajo. Ustedes nos envían al Congreso, nosotros aprobamos leyes bajo las cuales ustedes puedan hacer dinero ... y con parte de los beneficios ustedes contribuirán a la siguiente campaña electoral, para enviarnos de nuevo al Congreso a pasar más leyes para que ustedes puedan ganar más dinero.

Los tiempos cambian, así la cosa ya no funciona. Esto es completamente anticuado, demasiado transparente, demasiado arriesgado para usted. Pues estamos en la edad en que todo el mundo puede tuitear y casi todos escribimos blogs. Cosas como éstas se hacen virales en un minuto y todo el mundo se entera.

Por cierto, a nadie le gusta las grandes empresas. Sólo nos gustan sus productos, a los que somos casi adictos. Además odiamos a los ricos, que por lo general son los dueños de las empresas que nos venden los productos que nos gustan. Usted no recibirá mi voto si se vincula a esos de la manera que Penrose propuso. Probablemente no conseguirá así ningún voto de nadie.

Ahora bien, no cabe duda que una carrera política es costosa y requiere de una gran cantidad de dinero. Esto justamente es lo que los ricos tienen - todavía. Así que aquí están las buenas noticias: Usted puede conseguir valerse del dinero de esta gente de todos modos, sin que ellos le den nada para la campaña.

Siga la última moda. Inicie una protesta ruidosa en contra de la desigualdad de este mundo, cuente a todos lo rico que están los ricos y que con el paso del tiempo se van haciendo más ricos. Cuente que, mientras para la gran mayoría la vida se hace más difícil, estos ricos amasan fortunas cada vez más grandes. Y que usted se lanza para terminar con esta injusta desigualdad.

Anuncie que va a gravar en forma drástica los ingresos de los millonarios. O, mejor aún, que va gravar sus fortunas. A la gente, con la sola excepción de los mismos ricos, le encanta escuchar esto. Se debe a lo que los investigadores sociales denominan el sesgo cognitivo del mundo justo [The just-word cognitive bias]. Nuestros cerebros quieren orden, quieren tener todo bajo control. La injusticia es cualquier cosa menos orden. Es una señal de que por ahí hay cosas no controlables y eso hace sonar todo tipo de alarmas neuronales.

Luego, podría ser útil asustar primero esos pequeños cerebros algo más, diciéndoles que están perdiendo porque otro se lo está quitando. Como remedio, usted después les propone que implantará la justa igualdad de todos y multitudes le seguirán, no sólo en Twitter.

Los profesores franceses son muy buenos en esto de las recetas de igualdad. Por ejemplo, hace algunas décadas, un joven asiático vino a estudiar a París y tomó buena nota de la enseñanza, volviendo después a su país para aplicarla. Su nombre era Pol Pot. Él alcanzó la igualdad en una máxima expresión: Huesos es todo lo que queda de dos millones de personas en sus campos de exterminio en Camboya.

Ahora acaba de hacer su aparición otro profesor francés en el campo de lucha por la igualdad, publicando un best-seller sobre el tema. En realidad no viene con nada nuevo. En Venezuela aprendí una bonita descripción para este tipo de hallazgos de cosas que ya todos sabemos: Descubrió el agua tibia. Que los ricos son los que consiguen la tajada más grande de la torta, bueno, eso ya se comentaba desde los inicios de nuestra civilización. Hace casi 2000 años Jesús dijo esas palabras del “al que tiene, le será dado, el que no, le será quitado lo poco que le queda” [Mateo 13:12 ]. Incluso yo me atreví, hace un algo como un año, redactar un blog sobre el fenómeno [en inglés: http://leuschner-en.blogspot.ro/2013/04/money-clumps.html ].

Este profesor francés no estudió simplemente la lista Fortune 500, donde se actualizan periódicamente las grandes fortunas del mundo. Tenía una buena razón para no hacerlo. En esta lista la gente suele subir o bajar, algunos desaparecen por completo. No es éste el propósito que él quiere plantearnos. Además, en la lista pueden haber nombres que no le gustaría tener que nombrar. Si mal no recuerdo, los expertos de Fortune pusieron en las lista de los más ricos del mundo aquel ultra viejo y ultra marxista caudillo caribeño, tal vez bajo el supuesto, no tan tirado de las mechas por cierto, de quien controla totalmente una fortuna es, a fines prácticos, su dueño real. (¿Ve usted? ¡Aquí hay  algo que aprender!) Sin embargo, no no, monsieur le professeur hizo algo distinto y más propio de un economista: Analizó décadas y décadas de porcentajes. Estos porcentajes resultaron muy reveladoras: En la medida que transcurre el tiempo, un porcentaje cada vez más pequeño de ricos son dueños de un porcentaje cada vez mayor de la riqueza total. A nadie le gusta eso, con la obvia excepción de ese porcentaje cada vez más pequeño.

Pues bien, exactamente aquí, en el porcentaje cada vez más grande de los que no nos gusta esto, aquí es donde están los votos para su cosecha, señora o señor aspirante a político.

En pocas palabras, esto es lo que el profesor dice que hay que hacer: Aplicar un impuesto del 80% sobre los ingresos más altos y gravar además esas fortunas con un 10% al año.

Si todos los gobiernos en el mundo lo hicieran, predice, la desigualdad desaparece. Me parece muy cierto. Este tipo es inteligente. Nadie, y aquí creo que puedo incluirlo incluso a él mismo, cree posible una política fiscal universal en este, nuestro mundo. Siempre habrá algunas islitas en los mares o algunos valles en los Alpes con tratamiento especial para aquellos que les traigan dinero. Por lo tanto, para el caso que su teoría no funcione como él ha predicho, ya ha incorporado de antemano una buena excusa.

Nuestro amigo francés dio incluso un paso más, tal vez demasiado atrevido. Concluye que esta creciente concentración de fortunas terminará con todo el sistema capitalista en un cataclismo apocalíptico. Lo que, por un lado, le dio mucha prensa, como también es bueno para la campaña política que estamos recomendando, pero tal vez no lo sea tanto para el éxito académico de nuestro profesor en el largo plazo. Antes de él ya otros se quemaron los dedos con profecías de este tipo, y el capitalismo sigue vivo y coleando. Sin embargo, a muchos les encanta escuchar la historia una y otra vez, por lo que su libro se vende bien .

Para usted, como político, el marco de acción está dado de manera perfecta. Siguiendo la línea que esbozo aquí para su campaña, usted ganará las elecciones con facilidad.

Estos son mis consejos:

Sobre todo, destaque con toda vehemencia que usted lucha por la igualdad. Como parte de ésta, prometa más y mejor educación, empleo, vivienda y salud para todos. Diga claramente cómo piensa financiar sus proyectos: Con el dinero que va a tomar de los ricos. De paso, cúlpelos de todos los males que azotan a la humanidad. Llámelos agentes del imperialismo, zánganos capitalistas o neoliberales salvajes.

Después de la campaña viene la implementación. No se asuste, pues esta es la parte fácil. Si sigue mi consejo, usted puede permanecer en el poder durante más de cincuenta años, o el tiempo que viva o quiera. Ahora debe poner en práctica a rajatablas lo que prometió: Tome todo de los ricos y haga a todos iguales y felices. La única excepción puede ser usted mismo, su familia y algunos amigos cercanos. No me entienda mal, todos ustedes serán felices, claro, pero no veo ninguna razón para que sean también iguales. Usted es líder, deje lo de la igualdad para el pueblo.

Acuérdese que los recursos siempre son escasos y tanto más si no quedan ricos para quitarles. Por ello no despilfarre su botín en esos prometidos asuntos sociales, de verdad. Ponga de vez en cuando a cantar un par de niños delante de una escuela para las tomas de las cámaras de la prensa. Eso basta y sobra. Sin embargo, nunca pare de hablar de sus increíbles logros sociales.

Algo extraño va a suceder entonces. Es lo que he observado en todas partes donde este tipo de recetas se han aplicado.

Al principio, usted tendrá el dinero de los ricos. La cantidad pueda impresionarle, pero tenga en cuenta que dirigir un país sin ricos es un asunto muy caro. Usted básicamente ya mató a la vaca, por lo que no cuente con la leche. Haga un festín mientras se esté comiendo la carne. Terminada ésta, la economía muy pronto comenzará a tambalear y, finalmente, probablemente podría incluso colapsar. Los negocios se irán a otra parte, las inversiones cesarán. Pero usted sólo necesitará un poco de dinero, lo necesario para la publicidad de sus logros sociales. Probablemente no le quedará mucho para hacerlos realidad, pero eso realmente no le debe preocupar. Tal vez ni siquiera será capaz de mantener el bienestar social que usted heredó de sus predecesores derechistas. Tampoco importa.

La gente lo amará a usted. Les fascinará su lucha por la igualdad. Les encantará que usted eliminó a los ricos. También los intelectuales internacionales lo van a adorar. Pues, como nadie quiere ver algo triste o malo en lo que le gusta, usted no tendrá ningún problema y, sin demasiados trucos, ganará todas las elecciones que quiera. Si usted no me cree, pregúntele a Maduro.

Sin embargo, tengo que advertirle: No haga esto a medias, sea radical. En caso de ser demasiado prudente, todo el asunto justiciero se volverá amargo y puede incluso revertirse en su contra. El ejemplo para esto también nos lo da Francia. El presidente actual aumentó los impuestos a los ricos. Algunos actores famosos, por no querer pagarlos, incluso se trasladaron a hacer sus películas más hacia el Este. Al parecer, todo se hizo de acuerdo al libro. Sin embargo, el presidente se convirtió rápidamente en alguien tremendamente impopular. ¿Qué pasó?

Pues fue demasiado cauto y decente. Él no aumentó suficientemente los impuestos, ni mucho menos. Él no hizo el ruido necesario sobre supuestos programas sociales. Además, en lugar de contratar a los muchos desempleados para cualquier puestecito estatal, no supo qué hacer con ellos.

Y nuestro profesor francés, ¿qué puede decir sobre él fracaso de su presidente? Bueno, su receta tiene esta válvula de escape que dice que las medidas fiscales deben ser aplicadas en todo el mundo y no sólo puntualmente en un pequeño lugar galo. Su teoría queda a salvo y a disposición de otros políticos con más agallas.