Friday, May 23, 2014

Pequeñas mentes

Ahora por fin lo entendí. Después de casi 64 años en esta tierra y la lectura de varios libros sobre el tema.

Sólo el cerebelo decide. Cerebellum significa en latín “pequeño cerebro”. Se encuentra en el medio de la masa cerebral y tiene el tamaño de una nuez. Aparentemente, para tomar nuestras decisiones, no requerimos nada de mayor tamaño. Todo sucede en nanosegundos, tan rápido que ni nos damos cuenta. Para decidir, el cerebelo se vale de sentimientos y algunas pocas experiencias acumuladas. No hay lugar para pensamientos muy complejos, después de todo un cerebelo tiene una capacidad bastante limitada. ¡Zas! Así decidimos.

Si las circunstancias lo requieren, el resto de la masa gris – el cerebro, en el que se procesan, por ejemplo, los pensamientos conscientes y racionales cuando hacemos los deberes de matemáticas - produce a posteriori sólo argumentos de apoyo a esta decisión. Por ello, algunos dicen que el cerebro sólo ejerce la función de relaciones públicas del cerebelo. Por lo demás, queda completamente excluido de la toma de decisiones. Sin embargo, en esto el cerebelo truquea un poco: Hace creer a su hermano mayor que él fue quien conscientemente tomó la decisión, después de ponderar muchos pros y contras. Esta es la razón por la cual no es posible cambiarle a nadie su opinión, por rocambolesca que sea, porque ninguna mente que se estima va a dejar abandonada una ocurrencia que cree ser suya.

Por tanto, es una pérdida de tiempo tratar de convencer a alguien con hechos y argumentos lógicos. El cerebelo, subconscientemente y detrás de las bambalinas, ya ha dejado todo cocinado y ha escrito el guion. Cualquier argumento compatible con sus decisiones es aceptado por la parte consciente y re-tuiteado con todo entusiasmo. Cualquier cosa que no lo sea, se ignora, no se registra, no existe. O, si el estruendo de una posible disonancia cognitiva fuera demasiado grande y la pared para ignorarla no pueda contenerla, entonces el cerebro, a todo vapor, produce torrentes de explicaciones que apoyan la opinión del hermano pequeño. En el caso que no se le ocurran argumentos suficientes, la comunicación se vuelca a lo personal e insultante. O se ataca otro punto débil del oponente, aunque no tenga nada que ver con el tema en cuestión.

Los cónyuges conocen esto de su pareja, los padres de sus hijos adolescentes y éstos de sus padres.

El popular humorista alemán Karl Valentin contó una vez la historia de un valiente bávaro recién fallecido, quien persuadió a los poderes celestiales a que lo enviaran de vuelta a nuestro mundo para dar a los Reyes algunos consejos divinos cómo gobernar de manera más eficiente, a fin de mitigar un poco el desorden que tenemos aquí abajo. Lamentablemente, el mensajero divino incluyó primero una parada en una de las famosas cervecerías de Múnich, y aparentemente, entre jarro y jarro, aún no ha salido de ahí. Pero la explicación de Valentin por qué a nuestros gobernantes no les llega nunca la inspiración divina, ahora ha sido definitivamente revocada por la ciencia: Es el cerebelo, quien ha secuestrado el centro de comando en las mentes de las autoridades. En realidad, el de todas nuestras mentes, incluyendo la mía.

Sin embargo, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué y cómo puedo estar escribiendo esto?

Pareciera que mi cerebro, mi corteza, mi mente consciente, se estuviera emancipando del yugo del maldito cerebelo enano. De lo contrario no podría estar yo escribiendo este texto rebelde, ¿no es cierto? ¿Existe, entonces, la posibilidad de que fuéramos capaces de liberarnos de la estupidez infinita en la que hemos sido condenados por los cerebelos de esta tierra?

No, no nos engañemos. El cerebelo sigue en control total. Simplemente se vale, de nuevo, de una de sus engañifas. Pretende hacer creer a su contraparte racional que tendría derecho a participación. Para que el cerebro no se dé cuenta de su total dependencia. Por lo tanto, le otorga ocasionalmente algunos espacios abiertos, salvaguardando siempre su real monopolio de poder.


Lo que me recuerda a aquellas nuevas pseudo-democracias en el este y el oeste, en las que en realidad un hombre fuerte tiene todos los hilos en la mano, pero, con mucha gracia, le otorga un pequeño espacio a sus disidentes. Ahí, ellos pueden hacer lo que les parezca bien. Pero nunca van a llegar al meollo del asunto, no lograrán cambiar nada. La toma de decisiones – de todas – permanece bajo el control del jefe y su combo. Y sospecho que muchos de éstos no tienen cerebro, pero sí dos cerebelos. Dos pequeños cerebros. Tampoco necesitan más.

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